Actualidad
26 de junio de 2024
A propósito del centenario de Bernardo Gaitán Mahecha
En Colombia es difícil tomarse en serio la culpabilidad por el ambiente relajado frente a la autoridad del derecho
Si todo sale bien, en el transcurso de este 2024 verá la luz un libro que edité junto a Kai Ambos. El libro es un estudio sobre la obra científica de Bernardo Gaitán Mahecha, acotado a sus aportes al derecho penal y procesal penal; y fue posible gracias a un proyecto muy lindo que lidera Kai Ambos en la Universidad de Gotinga llamado “Seminario homenaje a grandes penalistas latinoamericanos”. El penalista colombiano destacado fue Gaitán por haber sido el primero en Colombia en estudiar el delito con las herramientas conceptuales de la teoría general del delito de origen alemán.
En lo personal, estoy convencido de la enorme capacidad de rendimiento que tienen las herramientas introducidas por Gaitán; pero también creo que, como comunidad jurídica, en Colombia estamos lejos de beneficiarnos de esa capacidad de rendimiento por factores que no tienen que ver con las herramientas en sí. Quizás dos ejemplos ilustren mejor mi punto. La teoría general del delito de origen alemán, por lo menos en su sentido original, emplea conceptos como método (los más conocidos son tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad); y, en una aproximación que puede considerarse holística, el significado de un concepto está vinculado a una red de conceptos. De allí que la utilización de un concepto redundante o con un sentido que riñe con su significado sea algo ajeno a la teoría general del delito de origen alemán. En Colombia, en cambio, es usual leer en establecimientos de comercio letreros que dicen “propina voluntaria” o escuchar en una cafetería que el cliente le diga al mesero “regáleme un café” y ver, a continuación, que el cliente le paga al mesero el café “regalado”. Quizás esa “espontaneidad” nos haga más felices frente a personalidades “cuadriculadas” como las de los alemanes (aquí reproduzco lo que, entiendo, es un lugar común), pero nos dificulta la adopción de un método conceptual en la práctica del derecho penal si en nuestra comunicación diaria desconocemos deliberadamente la semántica.
El segundo ejemplo nos muestra desapegados a la ley. Desde hace años tengo una colección de fotos de carros parqueados al lado de la señal de tránsito que prohíbe el parqueo en ese lugar, en su mayoría tomadas en Bogotá y Cartagena; en contraste, la culpabilidad, como presupuesto necesario de la pena en la teoría general del delito de origen alemán, reprocha el no seguimiento de una norma que, por lo menos en una comprensión de la culpabilidad, ha sido creada en democracia. También tengo fotos de carros parqueados al lado de la señal de prohibido parquear contigua a una iglesia, lo que sugeriría un predominio de los deberes frente a Dios por encima de los deberes cívicos. En una aproximación normológica a la teoría general del delito el seguimiento generalizado de normas es beneficioso para todos, lo que explica el reproche de culpabilidad; en Colombia, en cambio, es difícil tomarse en serio la culpabilidad por el ambiente relajado frente a la autoridad del derecho o, incluso, por la creencia de que existe algo superior al derecho positivo.
Este año, cuando se celebra el centenario del nacimiento de Gaitán, es importante resaltar que su gran aporte al derecho penal colombiano fue mostrar una forma de estudiar el delito; y que esa forma, por lo menos en su sentido original, exige un fuerte sentido de vinculación a la ley, así como un profundo compromiso con el pensamiento lógico. La crítica local a la teoría general del delito de origen alemán, marcada en buena medida por el desconocimiento de la teoría, termina fomentando un rol subordinado de la ley y razonamientos incoherentes; algo similar a descuidar deberes legales por cumplir supuestos deberes supralegales o a hablar diciendo “propina voluntaria” o a ordenar un café pidiéndolo “regalado”. En contraste, el camino mostrado por Gaitán no solo conduce a un nivel aceptable de seguridad jurídica, sino que, además, nos permite comprender el derecho como herramienta de autogobierno democrático; una idea que, dadas nuestras condiciones actuales de vida, sigue teniendo sentido.