A propósito de Bad Bunny VS. la inteligencia artificial – IA – Parte II

Si los derechos de autor no son la respuesta, entonces ¿la imitación de la voz por IA es una conducta atípica?

En nuestro concepto, si se dan algunas condiciones, eventualmente podría pensarse en la aplicación de ciertos tipos penales. 

En primer lugar, debería examinarse el tipo penal de estafa, bajo el supuesto de que el autor se haya comportado dolosamente con el propósito de engañar a una o varias personas, induciéndolas en error sobre la identidad del intérprete de determinada producción musical, embaucándolas así sobre la originalidad de la interpretación, cuando en realidad se trata de una imitación a través de un software. En este caso, el artificio o engaño se daría a través de la utilización de la IA, presentando la obra como una interpretación del cantante cuya voz ha sido imitada. Adicionalmente, para que se consume el tipo penal de estafa debe existir un perjuicio económico derivado de ese error en el sujeto pasivo y un aumento patrimonial correlativo para el autor o un tercero. Sería un caso similar a la falsificación de una pintura, la cual se quiere hacer pasar como de autoría de un importante artista, cuando en realidad es creada por un talentoso falsificador, v. gr., el caso Van Meeregen, condenado por estafa, quien obtuvo notoriedad por falsificar, entre otros, a Veermer, engañando así a los nazis.

Se podría aplicar la estafa si el autor engaña a otra persona para que adquiera, por ejemplo, los derechos patrimoniales de la interpretación haciéndole pensar que esta es original. Sin embargo, el punto de mayor dificultad para la aplicación del delito de estafa para un caso similar al de Bad Bunny VS. la IA (haciendo la salvedad de que en este asunto, aparentemente, no existió ningún tipo de inducción en error), estaría en el perjuicio patrimonial, ya que cuando se trata de plataformas de streaming, debe considerarse que el modelo comercial de las mismas implica que los usuarios realicen un pago mensual global, independientemente del número de canciones o reproducciones que estos escuchen, por lo cual no es claro el perjuicio económico atribuible a los usuarios. Además, tampoco es claro el perjuicio en la medida en que, para la configuración de este delito, se deben cumplir con los anteriores requisitos de manera sucesiva, en ese sentido, si la disposición patrimonial que realizan los usuarios es anterior al artificio o engaño empleado por el presunto autor, difícilmente se puede tratar como una estafa. 

En segundo lugar, desde el punto de vista de la propiedad intelectual, pero esta vez enfocándonos en la propiedad industrial, se podría pensar en el delito de usurpación de derechos de propiedad industrial y derechos de obtentores de variedades vegetales, contemplado en el art. 306 del Código Penal. Para que pueda configurarse este delito en un caso similar al aquí analizado, se requiere que (i) el nombre del artista cuya voz vaya a ser imitada esté registrado también como marca, (ii) se utilice este nombre para promocionar la canción que imita su voz a través de IA, (iii) que el uso de ese nombre se realice fraudulentamente, esto es, se utilice sin permiso o se use uno similarmente confundible, y (iv) que el autor despliegue su conducta de forma dolosa. 

Finalmente, descartamos la aplicación de otros tipos penales como el ofrecimiento engañoso de productos y servicios (art. 300 del Código Penal), por ausencia de tipicidad objetiva, y porque la teleología del tipo difiere de la protección que se le pretendería dar a casos como estos. 

En conclusión, la imitación de la voz por IA es una conducta atípica, aunque si se cumplen ciertos requisitos, podría configurar una estafa o una infracción a la propiedad industrial y derechos de obtentores de variedades vegetales.

Sin embargo, todavía existe una pregunta por resolver: ¿por qué alguien querría imitar la voz de Bad Bunny?